Capitulo 3
Mi teléfono empieza a sonar. Miro la pantalla mientras me acuesto en la cama y deslizo mi dedo sobre el pequeño botón verde.
—Lore.
—¡Tía, tía! Ha sido… genial. Es… perfecto —me dice desde el otro lado del móvil—. ¿Y tú? He visto que no parabas de mirarlo y de babear —escucho una risa al otro lado.
—¿Qué? —le contesto un poco desconcertada.
—¡Víctor!
—Eehhh… nada. ¿Babear? ¿Yo? No, no y no.
—Calma, calma. Te estás alterando, así que hay algo —dice mi amiga con gran confianza.
Al no contestar un silencio surge en la llamada, escuchándose solo nuestras respiraciones.
—Me alegro. —suelta finalmente con un tono suave y cálido.
«Eso no lo vi venir.»
—¿Por? —le pregunto.
—Ya sabes lo que se siente cuando alguien no siente lo mismo. —Auch, eso sí que no lo esperaba. —Yo lo sentí hace tiempo y no me entendías. Y siento decírtelo así. —Percibo cómo se arrepiente de sus propias palabras.
—No pasa nada. Aunque puede que no tengas razón. Es un chico amable. Tiene una coraza que a veces se quita, pero la pone cuando no quiere hablar o estar cerca de la gente —le digo mientras miro al techo y recuerdo nuestra conversación, si a eso se le puede llamar conversación.
—Guau. ¿Ya sabes cómo es? Si os acabáis de conocer. Aunque… pensándolo bien, puede que sí. —La escucho atentamente mientras habla—. Se veía como si se protegiera de algo. Tal vez algo le pasó. Sergio lo miraba de vez en cuando mientras vosotros hablabais, como si estuviera preocupado. No le he preguntado porque no me parecía correcto. Más adelante lo haré. Pero no ahora.
—No hace falta, en serio. No te preocupes. Algo se ha abierto conmigo; incluso hace bromas —le digo mientras sonrío.
—Lorena. —Oigo a alguien que no es mi amiga al otro lado del móvil—. Tengo que colgar. ¡Adiooosss! Besos.
—Chao. —Cuelgo y dejo el móvil en la mesa. Cierro los ojos y pienso en todo lo sucedido, en Lore, Sergio y VICTOR. Mis párpados pesan y caigo rendida en segundos.
A la mañana siguiente, un sonido muy agudo y ruidoso me despierta. Mi móvil. Mi alarma. La quito y me levanto de la cama. Camino por mi habitación, hasta llegar a mi armario, lo abro y cojo mi ropa.
Ding. El sonido de una notificación me saca del baño. Me acerco a mi móvil. Un mensaje de Lore:
De nada.
“¿De nada? ¿Por qué?” Dejo mi móvil en la mesita preguntándome que locura habrá hecho y vuelvo al baño.
Salgo de casa evitando a mi madre, que parece que no está. Salgo y cuando abro la puerta, me lo encuentro apoyado en el muro, con su móvil en la mano. Su pelo castaño lo lleva rizado, despeinado, y le queda genial. Su ropa es como siempre, o más bien como ayer: negra, a excepción de que no lleva chándal. Lleva una sudadera, un colgante, bueno, dos, uno por dentro de la sudadera y otro por fuera, y un pantalón negro.
Levanta la vista y nuestros ojos se encuentran. Apaga su móvil, lo guarda en su sudadera, y se acerca a mí.
—Lorena me dijo que pasara a por ti —me dice.
—¿Por qué? —le respondo, confundida.
No escucho lo que me dice, más bien desde que lo vi, estoy como en una nube y no presto atención. “Como una prenda tan simple puede quedar tan bien”.
—Repito. Tu amiga no viene hasta el segundo la segunda clase —me dice con una voz bien grave, casi enojado. Me da la impresión de que no le agrada la idea de haber venido.
—Ah, vale —le digo mientras me acerco a él.
Ahora que me fijo bien, de uno de sus bolsillos, el de los pantalones, sobresalen unos auriculares. Los coge y se los pone, pero antes se detiene.
—Suelo escuchar música mientras voy a clase. ¿Te importa? —me dice mientras se pone uno y espera a mi aprobación.
—Pontelos. —le sonrío, y se pone el otro auricular.
Me quedo sola, con este chico a mi lado, andando. Puedo escuchar la música, pero muy bajito. «Debí coger yo unos.» Creo que lo único bueno de todo esto es que puedo ir con él. Solo eso. Creo.
Andamos y andamos. Miro a mi alrededor y sobre todo a Víctor, que ni se da cuenta. «Menos mal.» Lo mejor de esto es que, de vez en cuando, tararea la canción, flojito, pero consigo escucharle. Su voz. Me gusta mucho. Me atrae. «Mierda.» Sonrío.
Siento como si me mirara. No quiero mirarlo. No. No lo miraré. Pero, de alguna manera, sé que me está mirando y debo evitar sonreír delante de él. Porque siento que me dirá de qué me río.
Me está dando un no sé qué. ¿Por qué? Porque estamos tardando mucho en llegar al instituto. Cojo mi móvil y miro la hora. «¡Tan solo han pasado 5 minutos desde que salí de casa!» Se me está haciendo eterno, y sé el porqué: es porque él está aquí. No es que vayamos lento; vamos rápido. Pero el tiempo ahora pasa muy lento. Muy lento.
Vale ya. Layla. Tranquila. Mira el paisaje. Sí. ¿Eh? Nuestras manos se rozaron.
—¿Qué? —me pregunta.
“¿Cuándo lo miré? Mierda.”
—Nada. —Vuelvo la vista al frente; él no dice nada, solo sigue mirándome. Doy unos pasos más grandes que él, adelantándome un poco. Me giro y me pongo en su dirección, enfrente de él, y me detengo—. ¿Qué escuchas? —le pregunto. «¿Cómo lo hice?»
—Un álbum de canciones tristes —me contesta.
—¿Te sientes triste? —le pregunto preocupada.
—No. Tan solo me gustan —me sonríe.
«Vale, ya puedo morir pacíficamente. Qué hermosa sonrisa tiene.»
—Vale, te creo. ¿Puedo? —le digo mientras miro su auricular libre.
No me responde; más bien, saca su móvil y mira la pantalla.
—Ya no suena esa canción. No sé si es de tu estilo —me mira y después a la pantalla, pero no duda en pasarme un auricular.
Me lo pongo y escucho. «Espera. Esto lo conozco.» Lo miro.
—¿BTS? —le pregunto sorprendida.
—Sí.
Comenzamos a andar y nuestra pequeña conversación termina. «Vaya, otra vez creo la barrera.»
Lo miro; está sonriendo y cantando la canción. ¿Cuál era la canción? Ah, sí.
—Butterfly —digo para mis adentros, pero creo que Víctor me escucha, ya que se me queda mirando. Su sonrisa ya no estaba, pero dibuja otra en sus labios, una sonrisa muy placentera y cálida.